En los últimos años se ha hablado mucho de la Neuroprotección y sus beneficios pero, ¿a qué se refiere exactamente este término?
“Neuroprotección” hace referencia al empleo de cualquier técnica que ayuda a prevenir o retrasar la degeneración de las células tanto en el envejecimiento natural, situaciones de enfermedad o lesiones neuronales.
Además, también se utiliza para hacer alusión al mecanismo de protección que pone en marcha el organismo tras vivir un evento traumático o estresante. Así, el cerebro se autorregula y se mantiene íntegro y funcional.
En este sentido, el organismo responde a la muerte celular produciendo diferentes neurotransmisores para equilibrar el funcionamiento del sistema nervioso. Por ejemplo, se activan sustancias antiinflamatorias, y antioxidantes, que determinarán el balance y el tejido dañado final.
Tipos de neuroprotección
Existen dos modelos de neuroprotección: la neuroprotección como proceso natural y la modalidad terapéutica.
- Neuroprotección natural. Es el proceso de regulación y equilibrio que lleva a cabo nuestro organismo de forma natural, ante lesiones, enfermedades y otras complicaciones que ponen en riesgo la salud cerebral. En este caso se habla de tres elementos fundamentales: la alimentación, la actividad física y la actividad cognitiva.
- Neuroprotección terapéutica. Hace referencia al empleo de cualquier técnica con el objetivo de regular el sistema nervioso y balancear las alteraciones asociadas. Por ejemplo, es frecuente utilizar como neuroprotectores algunos antiinflamatorios, neuroesteroides o sulfato de magnesio, entre otros.
¿Cómo favorecer la Neuroprotección?
Se han determinado, fundamentalmente, tres elementos que influyen de manera directa en este proceso natural. Estos son, la alimentación, el ejercicio físico y la actividad cognitiva.
- Alimentación. Debido a la variedad de alimentos que incorpora, la dieta más neuroprotectora es la dieta mediterránea. Esta es rica en fruta y verdura, cereales, pescados y grasas saludables. Esto aporta beneficios vasculares y antiinflamatorios que están asociados a un menor riesgo de deterioro cognitivo y demencia.
- Actividad física. Mantenerse activo, realizar algún deporte o caminar unos treinta minutos al día tiene un efecto beneficioso sobre la salud cerebral a largo plazo.
- Actividad cognitiva. Se recomienda hacer actividades que exijan a nuestro sistema nervioso un pequeño reto a superar, para mantener y potenciar las funciones cognitivas. Esto es posible gracias a la estimulación cognitiva. Todos los aprendizajes y actividades que realizamos a lo largo de la vida, quedan guardados en la reserva cognitiva. Gracias a esta, en situaciones de envejecimiento patológico y demencias, nuestro organismo se defiende contra la enfermedad retrasando su evolución y manteniendo, todo lo posible, las funciones cognitivas. Por tanto, es importante ejercitar nuestro cerebro para, en el futuro, tener una reserva cognitiva lo suficientemente fuerte.
¿Cuándo usar mecanismos neuroprotectores?
La neuroprotección juega un papel muy importante en procesos de degeneración celular. Por ello, el tratamiento terapéutico tiene como objetivo interferir sobre aquellos elementos que están provocando la muerte de las células.
En enfermedades neurodegenerativas, traumatismos craneoencefálicos, e ictus; la neuroprotección trata de proteger las células nerviosas y minimizar el daño ocasionado.
¿Qué tratamiento elegir?
Ambas intervenciones han mostrado una eficacia significativa como mecanismos de protección cerebral y suelen realizarse de manera combinada. Sin embargo, se ha demostrado que la puesta en marcha de medidas relacionadas con hábitos de vida saludables, reduciendo situaciones o estados de ansiedad o depresión continuados, y disponer o participar de nuevos proyectos personales, laborales, familiares o sociales reducen enormemente el riesgo de sufrir un deterioro celular evitando la utilización de cualquier tipo de fármaco.
Referencias bibliográficas
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